Alimentación

En primer lugar, sabemos que la cabra, como buen rumiante, se caracteriza por tener un estómago compuesto de cuatro compartimentos bien diferenciados en sus funciones. En los tres primeros compartimentos (rumen, retículo y omaso) se produce la degradación microbiana de los componentes alimenticios, dando lugar a la producción de ácidos grasos volátiles, proteína microbiana y vitaminas. Los ácidos grasos volátiles son absorbidos directamente hacia la sangre y se utilizan como fuente de energía, mientras el resto pasan hacia el abomaso.

El abomaso es como el estómago de los monogástricos y actúa preparando el bolo mediante la secreción de ácido clorhídrico para la digestión enzimática en intestino delgado. La funcionalidad del abomaso depende del material que le llega desde los compartimentos anteriores, de forma que la mala función ruminal tiene graves repercusiones en la función del abomaso, e incluso pueden poner en peligro la vida del animal.

Una vez mencionado esto, destacamos la alimentación que damos a nuestras cabras es a base de:

• Mezclas de cereales: Se utilizan como fuente de energía por su elevado contenido en almidón. Sobre todo usamos maíz, cebada y avena.
• Subproductos de cereales y otros productos y subproductos fibrosos. Por ejemplo pulpa de remolacha, por su alta capacidad de digestión de la fibra, aportando poco volumen a la ración.
• Fibra a libre disposición: Usamos forrajes como heno de alfalfa para garantizar el correcto funcionamiento del aparato digestivo de las cabras.
• Correctores vitamínicos y de minerales, para evitar deficiencias en las fórmulas.

Todos los nutrientes son supervisados por nuestro técnico en nutrición y deben ser legalmente declarados en la etiqueta de fabricación, acorde con la legislación vigente.